SILENCIO, SUENA EL ALMA (TEA - Espacio de Arte Casa de la Piedra, Garachico, del 11 de marzo al 1 de mayo de 2016)

 

La muerte es el tema fundamental de la obra de Román Hernández. Se puede oler en sus objetos reciclados, palpar en sus osarios y en los desnudos que alojan gavetas y botiquines. Hasta el momento, cada una de sus tentativas, surgida al amparo intempestivo de este guerrero que gana todas las batallas, nos conducen a su motivo guía, que no es otra sino la imagen de ese heraldo victorioso y temido. [...]

                                                                     Fermín Higuera

No necesito excusas para volver al tema de la muerte. Durante años me ha abrumado aquel verso que la explicaba de forma casi optimista; “y la muerte no es la sed, es toda el agua”, de Fernando Javier León Jacomino. Me ha abrumado pensar, no en la muerte física, sino en la muerte como estado, como misterio, como inevitable final de vida, quién sabe si final de todo. En esta ocasión he sido convocada a esa reflexión por una exposición de esculturas de Román Hernández, que ya desde el título avisaba de su contenido poético: cuestiones ineludibles/ una poética del silencio. [...]

Debo confesar que morí un poco apropiándome de esas cuestiones ineludibles, de esos círculos concéntricos que Román Hernández traza, propone para entender la muerte, no tendría sentido si no hubiera podido apropiarme también de ese silencio lleno de palabras hermosas que rondan sus esculturas. A menudo morimos pequeñas muertes, particulares muertes, que pasamos por alto en tanto no son definitivas. Muertes que nuestro entorno no descubre o entiende, que nosotros no admitimos ni confesamos haber experimentado, muertes que nos llevan a otros estados, donde la poesía se hace diáfana y la vida se equilibra en importancia con la muerte. La verdad y la belleza cuentan también como muertes mías. Mis muertes y yo podamos decir: el musgo nos alcanzó los labios/y nos cubrió...

                Sonia Díaz Corrales