COMMESURATIO, Esculturas (Sala de arte de Cajacanarias, La Laguna, marzo 1996)




COMMESURATIO, Esculturas (Sala de arte de Cajacanarias, La Laguna, marzo 1996)


DE VARIA COMMENSVRACION

Pocos podían imaginar de entre los teóricos del Renacimiento, tanto italianos como españoles. de Alberti a Villalpando, pasando por el De Corporibus Regolaribus, de Piero della Francesca o el De Divina Proportione de Fra Luca Pacioli, que entre los muchos exégetas que en la historia han sido, iba a nacerles a fines del siglo XX, y en pleno Atlántico, en la restallante eclosión canaria, un estudioso que, superando las limita- ciones históricas que los códigos académicos conllevan, propusiera creati- vamente una relectura moderna de la arquitectura interior de los cuerpos cual si de un aventajado discípulo de la Bauhaus se tratara.

Y no sólo de los cuerpos. Román Hernández pretende dar un paso más allá de la evidencia exterior de lo anatómico, en línea con lo ya expuesto con anterioridad, para bucear en la estructure sublime de los sólidos. Nos propone que seamos capaces, en esa labor de depuración, de encontrar aquello que es esencial y trascendente, aquilo que resulta menos mensu- rable, pero que define, rige y articula lo espiritual. Nos alienta a una labor de análisis riguroso de las anfractuosidades cerebrales, convertidas en for- mas volumétricas perfectas donde surgen valores, ritmos y plomadas que ordenan escalas, medidas y proporciones, a la manera que proponía Pomponio Gáurico en De Sculptura (1504).

Estas propuestas no las hace Román Hernández con soluciones mimé- ticas de interpretaciones precedentes, sino con la lucidez profunda que le permiten tanto las reflexiones teóricas como las modernas opciones de las técnicas mixtas, donde los materiales clásicos (hierros, maderas, terraco tas) se enhebran de manera armónica con los técnicamente más elaborado (acrílicos, gres, resina de poliéster) para establecer propuestas estáticas y ortogonales (escuadras, marcos, paralelepipedos...) susceptibles, si se qui siera, de proporcionar movimiento sin descomponer su armonía.

Partiendo de los maniquíes articulados ya conocidos, nos incita a encontrar artilugios que nos permitan incluso medir la razón. Tal es el grado de profundidad que quiere imbuir a sus composiciones y tal debe ser el modo con el que hemos de acercarnos, tras superar y acaso despreciar su primera y obvia lectura, a unas piezas colmadas de serenidad dinámica que penetran en el juego rítmico de sus esencias.

CARLOS PÉREZ REYES

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